La niña y la hoja
Una niña, una hoja que no cae, y un secreto que solo los ojos inocentes pueden ver. Un relato corto sobre la inocencia, la amistad y lo que a veces se esconde tras lo más simple.
(RELATO CORTO)
1/25/20241 min read


Un crujido bajo sus pies la sacó de sus pensamientos. Iba tan concentrada imaginando la comida caliente que la esperaba en casa tras su jornada escolar, que no se había percatado de los cientos de hojas amarillas que decoraban el borde de la calle.
Una de ellas había volado hasta la suela de su zapato. La levantó con cuidado y pensó: «Pequeña, te has alejado de tus amiguitas. ¿Quieres volver con ellas?».
La hoja no se inmutó. Al verla con detenimiento, la niña se percató de que estaba tan seca que la pisada la había fracturado.
— Te llevaré a casa conmigo.
La cubrió con ambas manos como si se tratara de un pequeño animalito, y la brisa que se colaba entre las rendijas de los dedos hacían bailar a la hoja, provocando un leve cosquilleo.
«No comas ansias, ya estamos cerca».
Al llegar, la puso sobre la mesa y notó que la pobre estaba muy seca y rota. Fue corriendo al baño y se paró de puntillas para alcanzar el botiquín, del cual sacó una vendita y la aplicó cuidadosamente a la hoja. Ahora estaba completa.
— Tienes sed, ¿verdad? —le dijo mientras la sumergía en un frasco con agua y la llevó al borde de su ventana para que le diera el sol — . Ahora sí, nada te faltará.
La hoja permaneció en el cuarto de la niña un día, un mes, un año… Pasó tanto tiempo, que en alguna ocasión un pequeño niño encontró el frasco y preguntó a su padre qué era.
— Es una hoja de arce. Tu tatarabuela la tuvo consigo toda su vida. ¿Quieres tenerla tú?