La libreta mágica
Un joven dibujante descubre una increíble habilidad: Sus ilustraciones cobran vida.
(RELATO CORTO)
2/7/20242 min read


Hugo era un joven dibujante que vivía en una zona rural, y soñaba con trabajar diseñando criaturas para cuentos infantiles. Se le presentó una gran oportunidad de trabajo con una prestigiosa editorial, y preparó un portafolio lleno de sus propuestas e ideas… pero el día de la entrevista, no lo encontró por ningún lado. No pudo presentarse, y se deprimió.
Tumbado en la cama, le pareció oir un ruido proveniente del suelo, como algo arrastrándose. Se giró alarmado, llevándose una gran sorpresa al toparse con su portafolio… acercándose hacia él.
Con algo de temor, lo levantó del suelo. Debajo, asomó una pequeña criatura peluda, de un solo y enorme ojo, con un mechón de pelo erizado.
—¿P-pero cómo es posible?
Se trataba de una creación suya, la cual soltó un graznido y se quedó mirando fijamente a Hugo, expectante, como si deseara que jugase con él. El joven pensó que se trataba de un sueño, y se pellizcó el brazo apretando con fuerza los ojos. Al abrirlos nuevamente, se topó con algunas otras criaturas, llenas de colores, muchas patas y aspectos variopintos, asomando en su habitación. Por la ventana, un imponente animal de color verde, que asemejaba a una serpiente emplumada, se acercó e hizo una reverencia.
Todas las criaturas que había diseñado y dibujado en el portafolio se encontraban frente a él. Tomó a la primera y la sostuvo entre sus brazos. El pequeño ser peludo empezó a juguetear y luego saltó para alborotar a sus compañeros.
«¿Qué haré con todas ellas?», pensó. Intentó ocultarlas en el garaje sin mucho éxito, y les ordenó que se escondieran en el bosque. Cada día los alimentaba, pero no parecía suficiente. Dibujó entonces unos árboles frutales especiales que producían alimento cada día, los cuales se materializaron en el bosque. Intentó dibujar una cabaña, pero esta no se materializó, y notó que sólo lo hacían los seres vivos. Empezó a construir una con ayuda de las criaturas, y en ella pasó el resto de su vida diseñando criaturas que al día siguiente se hacían realidad, generando un mágico ecosistema para ellos.
Continuó trabajando, enviando sus diseños por correspondencia, aunque nadie nunca supo que todas aquellas criaturas que ilustraban los cuentos infantiles que los padres les compraban a sus hijos, existían en algún recóndito lugar del bosque, acompañando a Hugo que nunca en la vida se sintió solo.