El restaurante de moda

Acudí al restaurante de moda para cenar, ese que mis amigos me recomendaron tanto. Era sábado por la noche, estaba atestado y los pedidos tardaban casi una hora.

Tras una larga espera, fui al baño. Me perdí y entré por error a un depósito de limpieza. «Disculpe», dije por instinto, pero no había nadie. Cuando estaba por cerrar la puerta, me pareció oír algo. La curiosidad me ganó y entré. Pegué la oreja a la pared y escuché lo que parecía ser el chillido de un perro.

La puerta del depósito se cerró de golpe, sobresaltándome. Entonces, oí voces del otro lado de la pared.

—¿Crees que sea suficiente? Hoy tenemos más clientela de lo usual, y los de la perrera nos han fallado con la entrega.

—Tienes razón, tendremos que usar la carne congelada para emergencias. Pero deben reponerlas.

—Sí, tienes razón. Hay que contactar con otras perreras, es mejor tener algo de exceso, las ventas van cada vez mejor.

Mis intestinos se revolvieron, provocándome arcadas hasta vomitar. Al intentar salir, tambaleándome, sentí un fuerte golpe en la nuca y caí al suelo. Apenas y alcancé a escuchar algo antes de perder el conocimiento:

—Parece que tendremos que ampliar el menú.